4-14-09, 9:30 am
Hace algunos días falleció en La Habana, a la edad de 91 años, Carlos Lechuga, una de las figuras cimeras del periodismo y la diplomacia cubana. Era un consagrado periodista cuando se incorporó a las filas clandestinas del Movimiento revolucionario 26 de Julio liderado por Fidel Castro y se mantuvo muy activo en las relaciones internacionales de su país hasta el último aliento.Fueron momentos culminantes de su popularidad y merecido prestigio el haber sido el periodista que anunciara ante las cámaras de la televisión la fuga del tirano Fulgencio Batista y el triunfo de las armas populares, así como el embajador cubano en la Organización de Estados Americanos cuando, en 1962, la Isla fue expulsada de ese foro por exigencia de Washington.
Esta última acción estadounidense, momento culminante del largo período de ejercicios encaminados al aislamiento de Cuba en la arena internacional, se considera, paradójicamente, un trofeo de la diplomacia cubana que, a partir de entonces, pudo desplegar sus alas con mayor libertad y brillantez.
La exclusión arbitraria de Cuba de la organización hemisférica que Washington controlaba a su antojo, terminó por aislar a la propia superpotencia, no solo en el continente, sino también a nivel global, perjudicándole, incluso, en los vínculos con sus aliados estratégicos.
La vergonzosa maniobra ocurrió en Punta del Este, Uruguay, a donde la Casa Blanca convocó, a partir del 22 en enero de 1962, a los entonces 21 miembros de la O.E.A.
Apenas diez meses antes había fracasado la invasión a Cuba por la bahía de Cochinos, organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense que se valió de mercenarios cubanos reclutados entre ex colaboradores del tirano Batista y otros contrarrevolucionarios emigrados. La derrota en las arenas de Playa Girón fue humillante para el gobierno de los Estados Unidos, acostumbrado a regir de manera irrestricta en el hemisferio.
Una crónica del periodista Guillermo Almacauri, transmitida por la agencia española EFE, ofrecía el 18 de enero de 1962 un cuadro del que reproduzco algunos párrafos:
“Diplomáticos de 21 Repúblicas del hemisferio Occidental se reunirán el próximo lunes para tratar sobre la situación en Cuba.No obstante estas evidentes reticencias, Washington logró, con sus habituales métodos, la aprobación y posterior cumplimiento de los acuerdos de ruptura colectiva de las relaciones con Cuba por todos los países que integraban entonces la OEA, salvo por México, cuyo gobierno de entonces resistió valientemente los embates. Canadá y los países del Caribe anglófono no formaban parte entonces de la OEA.
“La Organización de Estados Americanos, que hasta hace poco se enorgullecía de que todas sus decisiones habían sido tomadas siempre por unanimidad, ha tenido diferencias en relación con la cuestión cubana. Cuando sus 21 delegados se reunieron en Washington, el 4 de diciembre, para decidir la celebración de la conferencia de Punta del Este, dos países, Cuba y México, votaron en contra y seis se abstuvieron: Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y Ecuador.
“Solamente dos grandes países, Venezuela y Colombia, y las pequeñas Repúblicas de la América Central, votaron, con los Estados Unidos, a favor de la conferencia, convocada para tratar sobre la posible imposición de sanciones colectivas contra Cuba.
“Brasil, que parece estar dispuesto a mantener su posición de coexistencia (…), Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, Ecuador y México, en diversos grados, se oponen a la imposición de sanciones colectivas contra Cuba y mantienen el principio de no intervención y autodeterminación. Las otras trece repúblicas, encabezadas por Estados Unidos, todas ellas a favor, no sólo de la imposición de sanciones, sino también de dar a Cuba un ultimátum para que enmiende su postura si no desea ser expulsada de la Organización de Estados Americanos…”
Cuarenta y siete años después, las naciones que hoy forman parte de lo que hace algunos años fue apodado “el ministerio yanqui de colonias”, están envueltas de una u otra forma en un proceso de rescate de sus soberanías y muchas de ellas tienen gobiernos llevados al poder por voluntad popular en virtud de sus pronunciamientos independentistas.
Es en tal contexto que tendrá lugar la V Cumbre Hemisférica de las Américas del 17 al 19 de abril en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago.
El escenario se dibuja complejo con un nuevo Presidente en Estados Unidos comprometido con un programa de cambios que le confiere gran autoridad en la ciudadanía y las instituciones de su país, pero cuya viabilidad no puede garantizarse por su conflictividad con los intereses corporativos y del complejo militar que han fijado tradicionalmente los límites en las políticas de la superpotencia.
El fantasma de la ausencia de Cuba rondará la sala donde tendrá lugar la Cumbre hemisférica.
¡Cuánto le habría gustado a mi amigo, el profesor Carlos Lechuga Hevia, pronosticar los aconteceres y desenlaces de este cónclave!